Desempleo juvenil

La noticia de que encabezamos Centroamérica en desempleo juvenil debe alarmarnos. La desocupación dentro de la población económicamente activa entre los 15 y los 24 años ronda el 25% y va en franco aumento. Lamentablemente, una de las posibles causas brilla por su ausencia en los diagnósticos realizados hasta ahora: el elevado nivel del salario mínimo.

Es conocido en la literatura económica que un salario mínimo alto afecta negativamente el empleo, particularmente el de los trabajadores menos calificados –que es donde encontramos a la mayoría de los jóvenes–. Esto se debe a que, por definición, el salario mínimo es una prohibición a contratar trabajadores por debajo del piso establecido. Si la productividad de un empleado –producto de su inexperiencia o falta de capacitación– es inferior al salario que la ley exige, la decisión del patrono es obvia: no contratarlo.

En Costa Rica no tenemos un salario mínimo único aplicable a todos los sectores de la economía –como se estila en el resto del mundo–, sino varios dependiendo del trabajo y nivel de especialización. Esto dificulta hacer comparaciones internacionales, pero si tomamos como referencia el monto para un trabajador genérico no calificado ($530 al mes), veremos que es superior a todos los salarios mínimos latinoamericanos (con excepción de una categoría de Panamá). Esto incluye a naciones que cuentan con mayor nivel de desarrollo como Argentina, Chile y Uruguay.

Un estudio publicado en la revista especializada Labour Economics (Gindling, Terrel; 2007) analizó datos de Costa Rica de 1988 al 2000 y encontró que “los salarios mínimos legales tenían un impacto negativo significativo en el empleo”. A una conclusión similar llegó otro informe (Rodríguez; 2010) del International Development Research Centre de Canadá. Un estudio más reciente (Gindling, Mossaad, Trejos; 2014) no discernió un efecto negativo en el empleo a raíz de la Campaña Nacional de Salarios Mínimos del 2010, pero solo examinó un año de datos.

Para el 2011, la OIT estimó que el salario mínimo de un trabajador no calificado representaba un 81% de la mediana salarial del sector privado, una relación muy por encima del promedio de la OCDE. Esto apunta a que en Costa Rica tenemos un salario mínimo desproporcionadamente alto.

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